EL UNIVERSO DE LOS FOSFENOS

pedagogieEntre 1959 y 1963 un médico francés llamado Francis LEFEBURE – atraído precozmente por las ciencias espirituales- emprendió un señero camino hasta dar a conocer sus estudios sobre los fosfenos y la mezcla fosfénica. Sus descubrimientos entorno al ritmo cerebral y las fijaciones de la vista sobre fuentes luminosas le llevaron a sentenciar que estos dos conceptos inciden recíprocamente y de manera espectacular en el desarrollo de la memoria, inteligencia y creatividad, así como en la potenciación de facultades de percepción supranormal. Autor de más de 20 libros que tratan el tema de la fosfenología e inventor de cinco aparatos de activación cerebral –entre los que se cuentan el sincróscopo y giroscopio- fue reconocido con numerosas distinciones y premios en su país y fuera de él, gracias a la aplicación de sus conocimientos en diferentes campos como: la pedagogía – escolarización-; la psicología –desarrollo personal-; y el esoterismo –búsqueda iniciática-.

Si te recreas en tus meditaciones fijando la vista, por ejemplo, en la llama de una vela, estás realizando fosfenismo sin saberlo. Para los practicantes de la “mezcla fosfénica”, el activar un pensamiento junto con la visualización de un fosfeno viene llevándose a cabo por diferentes movimientos filosóficos y proféticos de manera instintiva en la historia de la humanidad, erigiéndose como la explicación científica sobre el origen de las religiones.

En la antigua iniciación Zoroástrica, el candidato o postulante a dicha iniciación permanecía de pie en el agua de un río, o arroyo, mientras el sacerdote que se hallaba en la ribera rezaba mirando fijamente el sol naciente para transmitirle la fuerza que captaba. En las fiestas de iniciación celebradas en Eleusis (ciudad griega junto al noroeste de Atenas), “los misterios de Eleusis” constituían una ceremonia de preparación para los candidatos elegidos. Éstos penetraban en una gruta oscura con una banda o máscara en los ojos que les privara la visión, portando, a su vez, una antorcha dentro de la cueva. Pasado unos instantes se despojaban de la banda ocular y fijaban la mirada en la luz de la antorcha. Después, tras volvérsela a colocar, debían imaginar una espiga de trigo, símbolo de la fecundidad. Esta mezcla entre el pensamiento de la espiga y el fosfeno (mezla fosfénica) formaba parte de uno de los múltiples ejercicios que, en definitiva, venía a transmitir a los postulantes la noción de un mundo eterno y físicamente exterior a lo humano. Durante este periodo, Grecia produjo un gran número de genios en todas las ciencias. Hombres que habían pasado por esta iniciación, conocedores, presumiblemente del gran impulso con el que la mezcla fosfénica obsequiaba a la mente.

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